Observo esta mañana, al final de la línea entre cielo y tierra y me pregunto porqué estoy aquí…
Mientras la sutil caricia de una brisa temprana bajo la sombra que te resguarda del sol radiante refleja una calma, tu Yo está en lucha constante.
Algunos coches pasan en sintonía en frente de mí, pero no los escucho.
Análisis de comportamiento, sentimientos batiéndose entre deber y querer, incertidumbres de cómodas aceptaciones, y decisiones siempre en el tintero de un escritorio interior que nunca acaba su novela.
Piensas en todo lo que te ha rodeado, que aún te rodea… y es curioso y a la vez egoísta, que con lo que te ha sido dado aún estés pensando qué te ocurre para estar con este vacío.
Sigo creyendo que parte del problema es que te falta alguien… alguien que se fue hace mucho y sabes que no volverá.
Es curioso como el Escritor de tu historia, te pone y te quita a personas muy queridas o a indiferentes a las que ni pones nombre, pero que al final existieron y se apropiaron de alguna palabra en tu libro. Es muy amargo a la vez, que puedas sentir tanta nostalgia incurable por quienes sabes que no podrás ver, tocar o abrazar más. No al menos en esta vida.
Por eso me niego a creer que esta vida es la que vale. Por eso me arriesgo a elegir, cierro los ojos y creo.
Sé con certeza que hay alguien que dirige este gran tablero de ajedrez con sus piezas, tácticas y tiempos. Y que a ti te ha dado la libertad de elegir, dentro de cada jugada. Decides jugar limpio o ir a por todas sin importarte las reglas impuestas y cumplirlas es precisamente lo que decidirá tu pase a la Final del Campeonato o a la pérdida absoluta del derecho a decidir morir cuando te ahoga el sufrimiento.
Desde hace mucho decidí no vivir dependiendo de que mi felicidad se supedite a alguien o al momento.
Intento reponerme para volver a mirar hacia arriba.
Prometo jugar limpio para que mis piezas y/o el contrincante puedan ver al menos que la victoria muchas veces no reside en el resultado…sino en la forma en la que te mueves en tu vida.
Hoy, empecé bebiendo mi sorbo de café matutino con nostalgia, en una cafetería solitaria que aún montaba las sillas del nuevo día… pero lo acabo repuesta para empezar a jugar nuevamente con una sonrisa. Gracias Dios.