¿Cómo nos sentimos cuando te has equivocado con alguien?

¿Cuando depositaste la vida en una persona que al final, no era lo que esperabas?

Quizás nosotros esperemos demasiado, o tal vez, nos guste soñar despiertos.

En ocasiones, intentamos montar un puzzle con piezas incorrectas.

A pesar de que las circunstancias o los tropiezos te vayan diciendo lo contrario, tú las intentas encajar, a golpes si es necesario, a fuerza. Pero quieres que esos trocitos de ser entren en tu vida de alguna forma.

¿Porqué preferimos tener lo que no tenemos, a lo que sí?

Existen personas que saben aprovechar la vulnerabilidad de otra en una situación delicada, “ese punto de necesidad” del que hablaba un libro. Es entonces cuando logra adentrarse en ti alguien hasta que te anula. Le diste tu fuerza.

Las mentiras no se mantienen con el tiempo y van saliendo poco a poco. Eso son las heridas que se van dejando con la degradación de una relación que no cabe en el contexto por ti imaginado.

Promesas a cumplir, de vencimiento indefinido. Cargar con una mochila que te pesa, pero que se convierte en tamaño XXL con quien te prometió aligerarte cualquier carga.

El compromiso de un café caliente cada mañana. El sentimiento de hacerte especial. Esa fusión inigualable, dura a penas segundos en un par de horas de años de vida confeccionada con retales.

Sí, lo sé, tenemos derecho a equivocarnos. Dios nos dió la libertad de elegir, pero … ¿ a qué coste? Si se tratase del tuyo propio, sería más fácil asumirlo.

Pienso, que quizás sea mejor vivir sin esperar, con falta de memoria pasada y proyección a futuro -1 de aspiración.

Tener las pilas mal puestas del corazón, para que no lata por nadie, y la mente a media carga para que no piense tanto y te deje dormir por la noche.

Caminar lo justo para agotar tu cuerpo. Y respirar lo suficiente para no ahogarse, pero sin suspirar para no necesitar volver a hacerlo.

 

Entonces, la vida serían pasos aleatorios ciegos, y el camino … cualquier destino sin importancia.