Alguien me dio una nueva meta, creemos oxígeno; algo que conecte con otros ideales, pero, en definitiva, con el mismo fin. Mejorar el mundo.
Quizás, ese contacto se pierda entre los días cargados, suyos o míos, pero yo recuerdo cada una de las palabras que su mensaje me transmitía. Me hizo creer en mí, y que existen personas como él.
El mundo, tan sólo necesita interaccionar para una lucha simbiótica. Cada uno de nosotros observa con sus ojos, y tiene diferentes visiones, pero misma claridad de corazón. Es por ello, que Dios dice, que allí donde está vuestro tesoro, también estará vuestro corazón.
En aquello que amamos, por lo que luchamos, está todo lo que somos. Nosotros mismos.
¿Cuántas veces cambiaríamos cualquier cosa para volver a ver a alguien que ya partió de esta vida, o para curar de alguna enfermedad a quien amas? El corazón pues, prima ante cualquier riqueza.
No sé si conseguiremos ambos nuestros proyectos, ni si consiguiéndolo, la repercusión realmente tendrá el beneficio mínimo esperado para el resto de las personas, pero al menos lo habremos intentado. Habremos sembrado, literal y metafóricamente hablando.
Esta larga vía en nuestra existencia, de encuentros personales, en los que en algunos hacemos parada obligada y en otros elegimos desviarnos un tiempo para meditar, al final nos lleva al mismo destino humano para todos. Yo quiero cerrar los ojos cuando sepa que no volveré a abrirlos, al menos aquí, sabiendo que lo intenté.
Muchos creemos que sí, hay tanto por hacer… Pero, ¿qué hacemos para que se haga?
No me resigno a quedarme con el saber si pude o no hacer algo. No me resigno a un café frio si puedo servirlo caliente.
No importa si es un proyecto para personas en riesgo de exclusión social, plantar árboles para repoblar el planeta, o escuchar a quien llora en silencio… Quiero hacer algo, o ayudar a que se haga. Quiero que creemos oxígeno.
En esta vida, hay dos clases de seres humanos. Una que tiene lluvia de bendiciones no agradecidas; la otra, que teniendo tan pocas que ni las vemos la otra parte, aún es feliz.
Pero sí, luego está lo que no existe para nadie (la no TERCERA, la que no cuenta en ninguna sociedad)… la que necesita que compartamos lo nuestro porque ni siquiera sabe qué es la esperanza.
Si unos ponemos FE, otros esfuerzos personales, otros recursos… dejaría de ser una utopía poder minimizar lágrimas.
Si partiésemos de tan sólo el pensamiento egoísta… quedémonos en lo de: qué bueno soy, que bien me siento. Porque muchos tendrán ese límite de fábrica, pero habrán hecho algo ya de por sí, y ya tiene su mérito.
Fuimos creados cada uno con unas cualidades o dones, y es nuestra labor averiguar quién es uno mismo. No para destruir, sino para enriquecer la vida que compartes hoy.
(Mis agradecimientos a M.A.A.P.).