Estaba pensando en la capacidad que tenemos las personas para herir. Para ser inoportunas en momentos circunstanciales de la vida en los que se está más roto por dentro.
He aprendido que a veces cuánto más sonríes … más guardas sentimientos que en muchos casos se niegan a llorar.
Pienso como en uno de no los mejores días o ni siquiera, en esos más rutinarios en los que te estas planteando reconstruir tu vida de los pedazos que quedan… te cruzas en la escalera con algún vecino que en lugar de saludar, se queja que dejaste la puerta entreabierta o del ruido de tus zapatos a las 8 de la tarde. Ello, dado nuestra poca paz interior, provoca que le respondas a su ataque con algo similar al molesto ladrido de su perro a media noche. Ahí ya es tarde para el atisbo del «buenas tardes» cordial con el que muchos nos conformábamos para mantener una convivencia cuanto menos…sana.
Puedo entender que todos estemos cortados por heridas derivadas de la sociedad vacía que hemos creado, o por problemas personales que nos enfaden contra el mundo. No obstante, también he aprendido que uno sólo es responsable de cambiar sino el mundo… su pequeño rincón del mundo.
Que si hablas con educación…debes contestar con educación. No esperes recibir el orden inverso.
Que si razonas…razonan. Y si no lo hacen… esa persona está mucho más perdida que tú y sólo queda tu compasión hacia ella.
Que las pequeñas guerras no se ganan gritando, sino en silencio. Y las grandes? También.
Que no sólo las palabras hieren…sino las miradas, el rostro, y el corazón a través de ellos , aún sin pronunciar sonido.
Que si atacas, atacan o se defienden, obteniendo casi el mismo resultado fallido.
Que para el miedo, sólo nos queda la fe.
Y que sin la esperanza, no hay luz en el camino y puedes perderte sin la oportunidad de volver a encontrarte.
Que a veces, es mejor perder un minuto para escuchar lo que no se es capaz de decir a gritos.
Acostumbrémonos por favor a medir la forma de liberar nuestro dolor entendiendo que quizás la persona a quienes reprochamos cualquier acto insípido, puede estar mucho más destruida que uno mismo en ese momento, y que, también, quizás esté arrastrando su ánimo por una carga en los hombros que casi le impide llegar hasta su puerta para poder desplomarse en su hogar. Esa persona que sólo desea dar un paso más..abrir…y cerrar otro dia que queda atrás.
Creamos que todavía somos parte del mismo equipo, del mismo edificio, del mismo tiempo, del mismo lugar… y el café que tomaremos tras cruzar nuestra puerta nos sabrá al menos a haber hecho algo bien. Saboreemos paz.