Me da el sol en la cara, me choca su calor. Es temprano, apenas somos 3 dispersos en la terraza del café.
Las conversaciones ajenas fluyen sin que yo oiga sus palabras, sólo observo los movimientos indirectos de gente indefinida, por las esquinas de mis ojos que sólo tienen una visión lejana.
Es difícil encontrar paz en algún lugar, en algún momento, en uno mismo. Es como buscar en esos rayitos de sol robados entre las rendijas del mobiliario, un túnel que te transporte a un paseo por las nubes, mullidas, cálidas en este día frio de otoño.
Las equivocaciones nos hacen fuerte, siempre. ¿Pero a qué coste? Qué complicado es avanzar cuando sabes que tienes una mochila llena de errores, que te perseguirán siempre, y no sólo a ti, sino a aquellas personas de las que eres responsable hasta el fin de tus días.
Hay equivocaciones justificadas, sobrevenidas en medio de una causa o situación de difícil salida, pero sin más opción que continuar adelante con el arrastre de cualquier consecuencia. Esas no son aptas para sentir el remordimiento de la culpa, o de haber sabido elegir, pues no había cabida de ello. Simplemente remonta y mejora!!
¿Cuáles son las que sí nos ahogan de forma indefinida, incluso pienso que las sentiremos en el Alzheimer de nuestras vidas? Esas que aún sin saber, te ahogan el corazón sin que entienda tu mente por qué hoy, de un ayer olvidado.
Esas equivocaciones en las que, en nuestra libertad, nos hacen esclavos. En aquellas en que no medimos futuros porque nos dejamos llevar por impulsos sentimentales como el enfado, la decepción, la angustia autogestionada, etc, etc.
Pretendemos chasquear los dedos y que nuestro dolor pase, y ello conlleva a refugiarnos en lapsus cortos de tiempo perfectamente estudiados por nuestro factor enemigo, que encauza los movimientos de tu vida y los convierte en un caos mayor del que te encontrabas.
Y diréis… ¿factor enemigo? Si, todos tenemos de algún modo algún enemigo, directo, indirecto, seamos conscientes o no.
Un factor enemigo puede ser perfectamente el propio sentimiento de hacer lo que a uno le dé la gana sin importar el daño ajeno. Ese lo tenemos todos en nuestra naturaleza humana de autosatisfacernos a toda costa, pero no todo el mundo le mantiene a raya.
¿Has pensado alguna vez cuál es tu enemigo? Yo puedo contarte cuál es el mío, pero sólo quienes se identifiquen conmigo entenderían su alcance, pues hoy el cristianismo está tan pisoteado que es extraño encontrar a gente que quiera buscar respuestas ante tanto caos mundial… prefiere sumergirse en su factor enemigo, la ceguera espiritual, la comodidad, o el pensamiento que no hay nada más que esta vida en la que tiene que disfrutar sin límites.
Mis relatos no quieren convencer a nadie de nada, sólo me sirven de terapia, de poder sacar lo que a veces uno no puede, y si ello, consigue al menos a alguien, hacer pensar un poco más allá de su factor enemigo… tal vez pueda evitar una caída como las que tantas veces tuve yo.
Es fácil decir “escucha a tu corazón”, pero es muy difícil saber hacerlo.
Intenta oírlo, crearíamos más esperanza.