La brisa desgastada te acaricia el recuerdo.
Puede soplar muchas veces el viento pero ninguna te roza de la misma manera. En algunas ocasiones, te romperá en pedazos, y en otras, te dará aliento.
Mirar atrás es tan difícil, cuando las ausencias pesan y el tiempo corre sin tregua…
Las huellas caminadas se disipan entre la arena de la memoria borrada, y las que quedan por marcar, pesan por la incerteza de darlas de forma correcta en el camino elegido, o impuesto. Lo más seguro del hoy, es que no puedes congelar tus pasos ni siquiera para respirar.
La sensación de que crecer duele, sólo se amortigua con: la confianza del vínculo que creemos hoy con quienes amamos, las ganas que saquemos de estar juntos siempre aceptando que estamos viviendo en un espacio temporal, y el querer aprovecharlo dejando nuestra mejor herencia en él.
Nuestros abrazos sin motivo; nuestras conversaciones ilógicas del mundo compartido; las piezas del puzzle que no encajan y hacen que perdamos ese tiempo, o precisamente ese tiempo construye un ancla en el mañana; los seis cafés al día para aguantar cada minuto despierta aferrada a limitar tu cansancio para amarrar los instantes robados…; todas esas pequeñas cosas son tan grandes cuando el hoy pasa, que hace que tengamos que ser conscientes cada segundo de ello, para soslayar el remordimiento de no haber estrujado con todas tus fuerzas el presente, ya pasado mientras sólo lees. Efímero y egoísta.
Mirar atrás es tan difícil, cuando vuestro calor va haciéndose grande, y tengo que soltaros para compartiros con el mundo. Cuando la inseguridad de que no os llegue mi protección ingenua se delega en factores ajenos imposibles de controlar… Ahí es donde mi confianza sigue firme desde el cielo.
Llegará el día en que os observaré como a través de un cristal, os podré tocar pero muy sutilmente. Vuestro espacio ya será vuestro, y esa fragilidad desgastada por los años sumados que ya nos separarán, dejará de ser fuerte para endurecer nuestro corazón a las ausencias mutuas que nos quedarán por el orden natural de la vida…
…, y es entonces, cuando pensaré cómo lo hice, que sembré en el valioso préstamo de la dependencia a mi durante vuestra infancia, y qué destino es el que os adjudicó Dios. Sea cual sea su decisión, es valioso el regalo de teneros en mi vida, de ver vuestras sonrisas que alegraban mis días; de estar junto a vosotros cuando las lágrimas en vuestra mejillas me hacían pensar en la inocencia de cómo veíais el mundo; y del consuelo de que con mi abrazo, hoy, era la mejor cura, la más fácil, pero imposible de costear quizás en unos años…
Mirar atrás es tan difícil, cuando la niña ayer fuiste tú, y hoy, son tus trocitos de vida, y sus ausencias serás tú mañana.
Sabiendo esto, cómo no levantarnos hoy cuando les oímos voltearse en su cama a las tres de la mañana, cómo no asistir a sus fiestas de cumples pese a que te llame a gritos tu casa tras el día pésimo de obligaciones, cómo no abrazarles cuando lloras por dentro y no puedes ni sujetarte tú…
Quiero seguir despeinada por la falta de tiempo; quiero seguir corriendo a cada lugar, para arrancar segundos de estar juntos; quiero comer de pie las sobras, con la tranquilidad que os habéis acabado vuestro puré de poderes que luchará contra los virus alfabéticos…
No miremos atrás si duele, miremos al hoy y la belleza de la oportunidad de teneros. ¿Mañana? Cerraré mis ojos con la sonrisa de haberlo hecho lo mejor posible, pese a las limitaciones humanas de toda super mami.

Ánimo mamás.
Os amo trocitos míos de vida.
Gracias Dios, por todo.