He tenido que permanecer en una quietud obligada, pasiva, inmóvil, por imperativo médico muchos días y a mi me han parecido meses…
Las veces que robo al tiempo algún espacio me gusta observar al mundo como se mueve a mi alrededor. Tener conocimiento de lo que realmente importa y de lo que no, puesto que éste ritmo nos atrapa y no nos deja coger oxígeno por mucho que te ahogues a veces.
Pero…Esta vez es diferente. Esta vez, esta quietud no es elegida ni sufridamente buscada, y hace plantearte muchas más cosas.
Te das cuenta que de un minuto a otro todo puede cambiar. Que no somos invencibles. Que lo que hoy te hace empujar hacia adelante, mañana puede ser un freno; que la humanidad es tan vulnerable que las personas esconden esos miedos por ignorancia tras escudos de afán de poder o mentes apagadas de espaldas al corazón, limitándose a amar intereses propios y cegándonos al daño ajeno.
Otras veces en nuestra humildad económica justificamos nuestra comodidad solidaria.
Te das cuenta que hoy te sientes independiente y al minuto siguiente pides ayuda para cosas básicas…
Te das cuenta que todo sigue girando sin ti, a trompicones en algunos casos pero al fin y al cabo: se continua aunque tu «yo afanado» pare.
Ello me ha llevado a analizar los minutos en los que invierto tiempo para mi misma, y sólo he hallado el evadirme en la escritura con algún articulo de vez en cuando; el resto de mi vida esta empleado en la gente que quiero o que me preocupa.
No obstante, aunque ello sé que me hará dormir tranquila cuando ya no despierte, me hace dudar si realmente esas personas son conscientes de ello.
Opino que cuando alguien da desde lo más profundo de sí mismo, no busca reconocimiento, palmaditas en la espalda ni otro interés ni siquiera emocional, pero sí que hay momentos en los que ayuda sentir que has sido importante en esas vidas, que han visto esos detalles… tantos para haber empleado todo el tiempo propio.
Es como el gran regalo que nos hizo Dios… ¿cuántas personas se paran a pensar el gran amor con el que nos miraba pese al odio que la gente le estaba brindando en la Cruz?.
Morir por alguien a quien amas no es mérito… morir por alguien que te odia sí.
Por ello, quizás, que más da si el mundo te entiende o no; lo que se ve qué haces bien o mal ante la opinión de la gente… Yo sólo busco que cuando el siguiente paso sean las nubes, me mire Dios con una sonrisa y sienta que pese a ser yo lo hice bien para Él.